sábado, 20 de diciembre de 2008

EL BELÉN DE LA FISCAL









El periodista Carlos Herrera ha escrito un bello artículo que expongo a continuación:

El Belén de la FISCAL




CARLOS HERRERA

TODA actuación política sectaria está basada, pre­viamente, en un trabajo de campo. Cuando el Go­bierno de España emprende campañas absurdas en pos de objetivos innecesarios es porque sabe de antema­no que hay clientela suficiente para justificar la tontería de turno. Si los ministros de ZP se lanzan alternativamen­te a justificar y enmarcar los cuatro postulados básicos de una legislatura —memoria histórica, laicismo, matrimo­nio homosexual, eutanasia— antes han contado con la certeza de que determinados líderes socia­les estarán encantados en secundar sus acciones. No importa la estulticia del argumento ni lo sesga­do de la acción: han creado el espacio único del pro­gresista ideal y saben que aquél que se desmarque de esas cuatro verdades de manual corre el peli­gro de Verse excluido de la selecta tribu de los gene­radores de modernidad.

Véase el caso de las manifestaciones religiosas y culturales en Navidad. Una fiscal, Olga Sánchez, tomó la iniciativa de situar en el vestíbulo de la Fiscalía General del Estado un pequeño Nacimiento formado por tres habituales figuras en no pocos hogares e institucio­nes de España: un San José, una Virgen María y un Niño Jesús. Otra fiscal, Pilar Barrero, entró a las pocas horas y sufrió un súbito ataque de acidez en sangre al ver el con­junto alegórico y corrió veloz y excitada a elevar su queja al titular del departamento.

El argumento se lo había puesto en bandeja el discurso machacón y simplista del Gobierno que la mantiene: en un Estado laico resulta into­lerable una manifestación religiosa de esa índole ya que atenta directa y solemnemente contra la libertad religio­sa. Chim pum. Poco importa que el Belén sea una expre­sión familiar y costumbrista de un país en el que la imagi­nería cristiana lleva impregnada en la sangre de sus ciu­dadanos cientos de años. Poco importa que hasta en los ho­gares de los más agnósticos, ateos y descreídos se adorne el tiempo del solsticio de invierno en forma de manifesta­ción bíblica. Poco importa que a ningún miembro de otras confesiones religiosas le irrite una tradición asumida y compartida por todos. A la fiscal Barrero, de pura fibra in­transigente, le pasa lo que no le pasa ni a los musulmanes más intensos, que entienden que sus hijos acudan en los colegios a ceremonias civiles de tradición tan cristiana como un belén viviente, póngase por caso. La fiscal Barrero no. La fiscal Barrero vela permanentemente por la inte­gridad de las instituciones. Ni que decir tiene que el fiscal jefe, al poco de oír la queja indignada de su subalterna or­denó retirar las figuras del vestíbulo, no fuera a ser que quedara como un retrógrado cómplice del avasallamiento católico. No fuera a ser que le telefonease el ínclito Berme­jo para leerle la cartilla y recitarle el decálogo del buen go­bierno de los laicos. No fuera a ser que la misma Barrero le acusase de dictador de conciencias. No fuera a ser cualquier estupidez semejante.

Al calor de lo cual se me ocurre: Que Barrero instrumentalice las medidas pertinentes para que San Raimundo de Peñafort deje de ser inme­diatamente el patrón de los abogados. Que disponga de todos los domingos del año para trabajar en su despacho ya que ese día festivo está elegido en función de una vieja tradición cristiana que en na­da tiene que afectar al trabajo de la Administra­ción. Que no acuda a la copa de Navidad que en la Fiscalía, como en todas partes, organizan los trabajadores para felicitarse las Pascuas. Que permute sus días de asueto y deje de holgar en jornadas tan señaladas como el día dé la Purí­sima o Viernes Santo. Que exija inmediatamente la retira­da de los museos estatales de los Cristos de Velázquez o las Vírgenes de Murillo. Que inicie los trámites para cam­biar los nombres de poblaciones que contengan santo al­guno o barriadas con remotas formas de advocaciones marianas, tipo la ciudad de San Sebastián o el barrio de Los Remedios de Sevilla, configurado por calles con nombres tan ofensivos como Virgen de Setefilla o Virgen del Valle. La fiscal Barrero, que lleva la cruz a cuestas de llamar­se Pilar, nada menos que Pilar, patraña de media España, es la pieza esencial que todo Gobierno de orden extrava­gante precisa para poner en marcha políticas sectarias. Su arrebato de intolerancia feroz hace muy felices a los que no se atreven a tanto: yo dicto la norma, que siempre habrá alguien que la llevará al extremo por mí.

El vestíbulo de la fiscalía hoy luce despejado. Puede es­tar orgullosa. Ha liberado a los trabajadores de tan noble sede de un escarnio insufrible. Nada menos que de una alegoría del Nacimiento dé Cristo, terrible atentado contra no se qué.


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