sábado, 31 de mayo de 2008


El estilo de Ratzinger

Joaquín L. Ortega.

El éxito de opinión internacional del reciente viaje de Benedicto XVI a EE.UU. y a la ONU no justifican ya un balance de su pontificado. Pero el haber celebrado en Nueva York su 81 cumpleaños y su primer trienio papal sí que avala una aproximación a su estilo personal.

Sus pródigos discursos y homilías confirman que la prioridad de Benedicto XVI y su máxima originalidad consisten en el culto del pensamiento y en el ejercicio de la palabra. Así lo atestiguan los innumerables asistentes a sus audiencias semanales y los incontables lectores de sus libros de antes y después de ser Papa. Resulta imposible encontrar en la lista de los 265 que le han precedido como obispos de Roma un Papa tan "profesionalmente teólogo" como él. Conocido ya Ratzinger como eminente profesor, ahora Benedicto XVI se ha revelado como consumado y convincente catequista.

La gestión pastoral de asuntos tan espinosos como los abusos sexuales de clérigos, el extremismo religioso de los musulmanes autores de la masacre del 11-S o la comparecencia en la tribuna de la ONU parecen haber fijado su estilo personal y de gobierno. Benedicto XVI comunica lo profundo con claridad, aborda Lo comprometido con sencillez y resuelve lo difícil con amabilidad. El estilo y el talante que se derivan de sus actuaciones 10 pueden distar más ie aquellas caricaturas insultantes que escoltaron su elección papal. Nadie se acuerda ya. de semejantes infundios. Y todo, sin que él haya movido un párpado por liberarse de tamaños sambenitos. Reitero hoy lo escrito en el Ya, en 1992: que "cuando vuela Ratzinger está volando un águila".


INSTITUCION TERESIANA, VOTO DE COVADONGA 2008
















Primero vamos a traer aquí en qué consiste el Voto de Covadonga y sus normas.

“Para mayor gloria de Dios nuestro Señor y culto de justicia debido a la Virgen Santísima cuya es la Obra teresiana; para que nunca olvide la Institución su origen mariano; para que jamás se interrumpa la comunicación que debe existir con la Santina; para que siempre se reconozca en la Institución la obliga­ción de rendir cuentas a nuestra Señora de la Obra que le encomendó; para prevenir todo olvido e ingra­titud ; para afianzar cada día más la confianza en nues­tra Madre y Señora; para quedar obligados a buscar siempre las luces y los auxilios en el lugar mismo en que tuvo su origen la Institución, y para encon­trar consuelo y defensa en todo momento de su vida, la Institución Teresiana pronuncia un voto solemne, que se conocerá con el nombre de Voto de Covadonga, obligándose a enviar cada año, por lo menos tres teresianas a la santa Cueva, en nombre y represen­tación de la Institución, en cualquier época del año, sin que exista pretexto ni excusa que pueda librar del cumplimiento de este voto, que ha de cumplirse aún a costa de los mayores sacrificios.

Y sepan las teresianas que de no cumplirlo desobe­decen a su fundador y padre y no merecerán la pro­tección de la Reina de los Cielos.

El fundador, la directora general, y toda la Insti­tución Teresiana, prometen solemnemente venir to­dos los años a Covadonga, representados por tres teresianas, que designará el directorio cada año, para renovar, ante la imagen de la Santina, su consagra­ción a la Santísima Virgen.

Este acuerdo se consignará en acta, con el nombre de Voto de Covadonga, acordado en la Asamblea de la confianza, celebrada en Oviedo, en agosto del año 1934.

Normas para el Voto de Covadonga.

El día 2 de febrero de cada año, el directorio de la Institución Teresiana, designará las tres teresianas que han de ir a Covadonga, y señalará el día en que han de hacerlo.

No podrá designar a las que vivan entonces en la casa de Covadonga, ni a los miembros del direc­torio.

Se llevará lista de nombres para que, a ser posi­ble, no repitan la visita las mismas teresianas.

Todos los gastos serán a cuenta de la Casa Central.

Las teresianas que vayan a Covadonga para cum­plir el voto llevarán siempre alguna ofrenda, mayor o menor según las circunstancias, y la entregarán al cabildo.

La ofrenda podrá ser algo para el culto o una li­mosna.

Se llevará un libro en la Casa Central y otro en Covadonga, donde conste el cumplimiento del voto, expresando en qué consistió la ofrenda y firmando las portadoras de ella.”



Y ahora, una vez conocido en qué consiste el Voto de Covadonga y sus normas,

exponemos a continuacion la celebracion del Voto de Covadonga 2008 en

Mayo de 2008

Los oferentes del Voto '08 oran ante la Santina

Desde cuatro continentes

presentan la misión de la IT

COVADONGA, Asturias (Mayo 2008).- Representantes de cuatro continentes y de distintos campos de misión de la Institución Teresiana, se dieron cita, la noche del sábado 24 de mayo en Covadonga para celebrar una vigilia de oración y compartir las experiencias que cada oferente ofrecería, al día siguiente, durante el acto de la ofrenda al finalizar la Eucaristía en la Basílica.

Tras las palabras de bienvenida del Abad de Covandonga, D. Florentino Hoyos, se realizó una pequeña oración ambientada con una presentación de imágenes y textos de Poveda y más tarde lo mismo pero de Josefa Segovia en Power Point que fue creando un clima de silencio.

“Venimos al Voto, para que la Institución Teresiana no olvide que aquí tuvo su origen”, dijo, desde el micrófono, Mari Cruz Bendaña, directora del Sector España Norte, quien dio la bienvenida a la Directora General Loreto Ballester, a los oferentes y a los miembros y amigos—unas 100 personas, reunidos en el gran salón del museo en Covadonga. El ‘Voto de Covadonga’, es un acto durante el que, en presencia de los fieles congregados en la Basílica, la Institución Teresiana renueva su devoción mariana, en cumplimiento de los deseos del Fundador, San Pedro Poveda.

Durante la oración de la vigilia, Loreto Ballester hizo presente a toda la Institución, “ a todos los miembros que sueñan en poder estar aquí, en Covadonga, nosotros venimos como peregrinos, en nombre de la IT de todos los países del mundo”.

También recordó los motivos principales por los que Pedro Poveda deseaba la peregrinación a Covadonga cada año: “Rendir cuentas de la vida de la IT, dar gracias, afianzar la confianza en Nuestra Señora y buscar las luces y auxilios en el mismo lugar donde todo nació”.

Al designar a las personas del Voto, La Directora General había expresado que este año representan a la Institución distintas realidades de misión con el deseo de ir descubriendo lo que significa hoy “vivir y compartir el evangelio".

Por la Unidad de las Iglesias

Arantxa Aguado, representó la colaboración al dinamismo ecuménico en el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra en donde trabaja como Consultora de la Iglesia Católica. Comenzó sus palabras con el corazón agradecido de volver a Covadonga y puntualizó: “Hemos sido invitados a algo muy profundo: vivir y compartir el evangelio…”.

Presentó su experiencia en Ginebra y recordó la experiencia de las personas de la IT que aportan al camino ecuménico. Manifestó, con mucha fuerza, la importancia de pedir por la unidad de las Iglesias aportando, como primicia el texto de Ezequiel:“ Serán una sola cosa en mi mano”, elegido para la semana de Oración por la Unidad de 2009.

Puso ante la Santina la próxima celebración en 2010, del primer centenario del inicio del movimiento ecuménico, como “oportunidad para renovar el espíritu ecuménico” y agradeció que “la presencia en Ginebra nos da ocasión para una experiencia de colaboración y búsquedas conjuntas con otras muchas organizaciones internacionales”. Terminó sus palabras pidiendo “mucha esperanza y el ánimo que tuvo Poveda en Covadonga, que es para la vida del mundo”.

Los cristianos en Asia

Eufrosina Villegas, de Filipinas, hizo presente el impulso a la Buena Noticia en Asia.Comenzo recordando a los casi 400 miembros de la IT repartidos en 7 países asiáticos y puntualizó: “El cristiano en Asia es como un pequeño granito de arena”.

Recordó que en Asia: “El diálogo interreligioso es desafío permanente” y nombró como ejemplo las residencias universitarias que acogen a jóvenes de diferentes creencias.

“El sentido misionero es fuerte en los miembros de Asia”, dijo, reconociendo que “somos pocas, pero esto no impide soñar grande horizontes de misión”. Terminó sus palabras ofreciendo dos peticiones: Crecer en el amor e intimidad a Ntra Madre Santa María y ser fieles a nuestra vocación, servicio y disponibilidad.

Dignificar a los educadores en África

Encarna Ruiz, de Guinea Ecuatorial, hizo presente la educación cristiana de niños y jóvenes. Pidió por todos los niños africanos, agradeciendo de ellos el poder “valorar lo diferente, saber que otras estructuras son posibles y poder experimentar a Dios en lo cotidiano”.

Manifiestó la importancia de dignificar a los profesores africanos para mejorar la educación y compartió que, en África, la vida se impone por encima de todo y sin embargo, está amenazada por enfermedades que en otros países no son importantes.

También reconoció la gratuidad y la alegría del pueblo africano a pesar de las circunstancias y agradeció la entrega de los miembros africanos de la IT. Terminó con una frase que resonó fuertemente: “Gracias porque la IT tiene futuro en Africa”.

El dinamismo formativo de la vocación

Susana González, de Uruguay, representó el compromiso formativo de todas las presencias IT. Actualmente, está estudiando en Roma al tiempo colabora en el Departamento General de Formación IT. En sus palabras compartió que la presencia formativa de la vocación, "nos pone en contacto con otras personas y colectivos, y saca lo mejor de nosotros mismos”. Su intuición que se convierte en reto es la “disponibilidad a dejar que este dinamismo formativo pase también por nosotros y nos renueve desde lo profundo”.

A los presentes les invitó a abrirse a la esperanza que mueve nuestras mejores energías y a renovar la fuerza del carisma para ser “Sal y luz allá donde las personas más lo necesitan”. Su aportación fue una llamada a una mayor disponibilidad y a una disposición profunda y teologal.

Terminó sus palabras pidiendo que “seamos lúcidos, dóciles y generosos” para “leer, orar y ver con los ojos del Espíritu las posibilidades y el futuro de la Obra”.

Presencias I.T que celebran 50 años

Mª Teresa Lauzurica, de Alemania, representó los países que están celebrando los cincuenta años de presencia de la Institución. Comienzó haciendo memoria del año 1956, cuando Josefa Segovia envió al primer miembro de la IT para abrir caminos en Alemania.

Y recordó las realidades presentes a lo largo de estos 50 años: vocaciones que han ido surgiendo, estudios concluidos, la residencia de estudiantes Teresianum, los puestos de trabajo en colegios y universidades, los puestos en la Iglesia …

También compartió sobre otras presencias en Europa como la presencia en Bélgica, en la residencia universitaria de Lovaina (Bruselas), presencias individuales en la universidad, en la pastoral de la Iglesia, trabajo con inmigrantes, compromiso socioeducativo en la mejora de los derechos y la dignidad de las personas y en la formación de educadores. Terminó agradeciendo “a la Virgen toda la vida teresiana en Alemania y en Bélgica, porque la sentimos muy cerca y sabemos que sigue y seguirá guiando nuestros pasos”.

El crecimiento y compromiso de los ACIT

El matrimonio Fernando Padín y Begoña Iglesias, de la Asociación ACIT Madrid-La Mancha, hizo presente la realidad ACIT, su consolidación y crecimiento, en los cuatro continentes donde está la Institución. Comenzó Begoña compartiendo su experiencia en la asociación y deseando ser “un grupo de laicos comprometidos al servicio de la IT para lo que necesite”. Le pidió a la Santina comprender que todos somos hermanos.

Fernando compartió todo aquello que deseaban poner a los pies de la Santina: todas las asociaciones ACIT, la creación de nuevos grupos, las colaboraciones del MIT, la entrega de todas las juntas directivas y la formación de todos los miembros ACIT. Terminan manifestando la “alegría de ser miembros ACIT”.

Tras el testimonio de los oferentes, La Directora General invitó a compartir a la asociación ACIT-Norte sobre su experiencia del encuentro que se estaba celebrado esa misma tarde también en Covadonga.

La vigilia concluyó peregrinando a la Cueva de la Santina, en donde La Directora hizo una invitación a “recoger la Palabra que la Virgen desea que llevemos a otros”.


Texto, BLANCA ARCE

Fotos, Tere Ruíz

Actualizado: 29/05/2008




lunes, 26 de mayo de 2008

CÁRITAS 2008 01

Comenzamos con esta parte 01 de Cáritas 2008 a poner aqui un Video, en cinco partes, de la entrevista que en el programa Ultimas Preguntas del domingo 25 de Mayo de 2008 se le ha hecho al director de Cáritas Española

CÁRITAS 2008 02

Seguimos con la parte 02 de Cáritas 2008

CÁRITAS 2008 03

Seguimos con la parte 03 de Cáritas 2008

CÁRITAS 2008 04

Seguimos con la parte 04 de Cáritas 2008

domingo, 25 de mayo de 2008

CÁRITAS 2008 05



Terminamos con la 05 parte el vídeo de Cáritas 2008

UN TITÁN DE LA IGLESIA ESPAÑOLA




Asi llamo yo a don fernando sebastian aguilar: titán de la iglesia española y por ello expongo a continuación el artículo que publico ayer 24 de mayo en la tercera del ABC:

Iglesia libre en una sociedad libre

... El derecho de las personas al ejercicio de su libertad en materia religiosa es anterior a cualquier forma de Estado, y exige de los gobiernos que protejan y favorezcan este derecho de los ciudadanos que asilo quieran a practicar, privada y públicamente, la religión que ellos prefieran...

QUIENES vivimos los tiempos de la transición pensábamos que la nueva Constitución garantizaba la posibilidad de una conviven­cia pacífica y tranquila entre católicos y no católicos en la nueva sociedad española. El artículo 16 de nuestra Constitución estableció las líneas genera­les de esta cuestión y al amparo de este artículo he­mos tratado de vivir y de actuar pacíficamente du­rante estos años de vida democrática.

En estos últimos años parece que algunas fuer­zas políticas consideran que la Constitución de 1978 es excesivamente condescendiente con la reli­gión, en especial con la Iglesia católica. No quieren un Estado aconfesional, que respeta y favorece la li­bertad religiosa como parte del bien común, sin ha­cer suya ninguna confesión ni intervenir en la vida religiosa de los ciudadanos. Prefieren un Estado lai­cista, que no valora la religión como parte del bien común de los ciudadanos y por tanto trata de ex­cluirla de la vida pública recluyéndola al ámbito de lo estrictamente privado, sin influencia en los asun­tos públicos ni en el comportamiento social de los ciudadanos y de las instituciones. Entiendo que la clarificación de las relaciones de la Iglesia católica con las instituciones políticas, en España, es de pri­mera importancia para el bienestar y la estabilidad de nuestra sociedad, bueno para los católicos y bue­no para la sociedad en general.

Sin ánimo de polemizar con nadie, buscando simplemente la claridad y el mutuo entendimiento, bajo mi estricta responsabilidad personal, me pare­ce oportuno formular de nuevo cómo entendemos los católicos la presencia y la posible influencia de la Iglesia, y de cualquier otra organización religio­sa, en la vida social y pública, en un ordenamiento democrático.

No se trata inicialmente de una cuestión acerca de las relaciones del Estado con la Iglesia, sino de la actitud del Estado y de los gobiernos respecto de las libertades y derechos de los ciudadanos. El punto de partida es la sociedad civil y no el Estado. Aun­que no lo sea necesariamente en un orden cronoló­gico, sí en un orden de naturaleza, la persona y la so­ciedad son anteriores y más importantes que el Es­tado. Los ciudadanos organizamos el Estado para proteger y favorecer nuestra vida y nuestra convi­vencia, no al revés. No es el Estado, ni el gobierno quienes deciden qué tipo de religiosidad conviene a la sociedad, qué confesiones han de practicar los ciudadanos y en qué proporción, sino que es la socie­dad, y más en concreto los ciudadanos quienes deci­den cómo quieren vivir su religiosidad, qué fe quie­ren profesar y de qué comunidad o de qué Iglesia quieren formar parte. El derecho de las personas al ejercicio de su libertad en materia religiosa es ante­rior a cualquier forma de Estado, y exige de los go­biernos que protejan y favorezcan este derecho de los ciudadanos que así lo quieran a practicar, priva­da y públicamente, la religión que ellos prefieran, y pide también que respeten el libre funcionamiento de aquella^ instituciones y comunidades en las que los ciudadanos expresan y ejercitan su vida religio­sa. Esto vale para cualquier religión y para cual­quier comunidad religiosa.

La Iglesia católica es una comunidad universal que está secularmente presente en España. El proceso de implantación pudo ser complejo, pero el caso es que, hoy, un buen número de ciudadanos es­pañoles profesan libremente la fe cristiana y quie­ren, con mayor o menor coherencia, vivir de acuer­do con las enseñanzas de Jesucristo y la doctrina católica. Este es un hecho indiscutible, que desde el punto de vista social, tiene su origen en la libre vo­luntad de los ciudadanos, con clara anterioridad y plena independencia respecto de cualquier institu­ción política. Quiere esto decir que un régimen que quiera ser democrático y pretenda actuar a favor del bien de las personas, debe admitir la presencia de esas actividades e instituciones religiosas den­tro de la sociedad, y debe respetarlas y favorecerlas como parte del bien común de los ciudadanos, sin caer en la tentación de intervenir en su vida inte­rior ni alterar su libre desarrollo en provecho pro­pio. Las Iglesias, o las comunidades religiosas en general, no son un cuerpo extraño en el tejido so­cial, ni necesitan apoyarse en un régimen de privi­legios, están al servicio de la vida religiosa de los ciudadanos y se apoyan jurídicamente en el dere­cho sagrado de los ciudadanos a profesar y practi­car libremente la religión que mejor les parezca. Sólo la defensa de algún elemento del bien público que se viera amenazado por una actividad preten­didamente religiosa, justificaría una intervención de la autoridad política en defensa del bien general amenazado.

Los españoles católicos tienen los mismos dere­chos civiles que los demás, y pueden, por tanto, intervenir en la vida pública, como los demás ciuda­danos, según sus propias convicciones. Los dirigen­tes de la comunidad católica, es decir, los obispos, respetando los derechos de los demás, pueden ac­tuar como crean conveniente para orientar a los miembros de su comunidad en el cumplimiento de sus obligaciones sociales y políticas de acuerdo con la moral cristiana, y tienen también el derecho de proponer a los demás miembros de la sociedad espa­ñola sus puntos de vista, confesionales y no confe­sionales, para que cada uno, libremente, los pueda tener en cuenta como mejor le parezca, según su rec­ta conciencia.

Todo esto está claramente reconocido en nues­tra Constitución. Y es actualmente doctrina co­mún en la Iglesia católica. Para entendernos y vivir en paz, respetándonos unos a otros en un proyecto común de vida nacional, conviene que hablemos a partir de estas bases. Dejemos a un lado cómo ha­yan podido ser las cosas anteriormente. Nadie está en condiciones de tirar la primera piedra. Ahora es­tamos en donde estamos, y esto es lo que interesa.

A la vez, la Iglesia tiene que ser consciente de sus propios límites y no entrar en los terrenos propios de la acción política. La finalidad de las intervencio­nes de la Iglesia en estas materias no es que los cris­tianos voten a un partido o a otro, actúen en política de una manera u otra. Lo que a la Iglesia le corres­ponde es ayudar a los cristianos a actuar «cristiana­mente» en las materias políticas, como en los de­más órdenes de la vida. Si los cristianos somos cohe­rentes en aplicar los principios morales en estas cuestiones, los dirigentes políticos tendrán que pen­sar dónde se sitúan y cómo actúan para recibir la confianza y el apoyo de los católicos. De ellos depen­derá la mayor o menor distancia entre unos y otros. ¿Llegaremos los españoles a ponernos de acuerdo en que todos, creyentes y no creyentes, podemos convivir pacífica y respetuosamente en una socie­dad democrática, sobre unas bases más o menos pa­recidas a éstas?

Por nuestra parte los católicos tenemos que ser pacientes. El ejemplo de Jesús nos obliga a serlo. La Iglesia representa en el mundo la presencia miseri­cordiosa de Dios, creador y salvador de todos los hombres. Anunciamos un mensaje de vida ofrecido a todos y no impuesto a nadie. Al margen de las cues­tiones políticas, la religión, y en concreto la fe cris­tiana, es buena para quien la acepta libremente y la vive con coherencia. La palabra y la ayuda de Dios promueven el bien de las personas, iluminan nues­tra conciencia en el conocimiento de la justicia y po­nen límites a nuestras ambiciones. ¿Qué mal nos puede venir de eso? Por eso es bueno que los gobier­nos y la sociedad acepten la presencia de la Iglesia y le dejen ejercer su misión a favor del bien temporal y eterno de las personas. Puede incluso estar justifi­cado que desde las instituciones públicas se apoye la vida religiosa de los ciudadanos, como se apoya cualquier otra actividad que dignifica y enriquece la vida cultural o moral de la sociedad.

Detrás de los debates sobre el lugar de la Iglesia en la democracia, queda latente el debate so­bre la naturaleza de la religión, si es razonable o ab­surda, si es servidora o destructora de la humani­dad en nuestras vidas. Nosotros los cristianos cree­mos que la adoración de Dios, tal como la inició y anunció Jesucristo, es condición para el descubri­miento y la realización en plenitud de la humani­dad del hombre. La fe cristiana nos ayuda a ver en qué consiste la justicia y nos mueve a realizarla con fortaleza en todas las circunstancias de la vi­da. Por eso la profesamos y nos sentimos movidos a anunciarla, aunque a veces no lo hagamos con el acierto, la coherencia y la diligencia que correspon­de a un fiel seguidor de Jesucristo. Pero eso ya es otra cuestión.

FERNANDO SEBASTIÁN AGUILAR

Arzobispo emérito de Pamplona y Obispo emérito de Tudela

jueves, 22 de mayo de 2008

CORPUS CHRISTI



En esta fecha no podíamos pasar por alto tan alta solemnidad.

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Dios está aquí

Que precioso invento el de la Eucaristía! Sólo se le podía ocurrir a Dios mis­mo . A través de este admirable sacra­mento queda perpetuado en la Histo­ria el único sacrificio de Cristo, rea­lizado una vez para siempre para el perdón de los pecados de todos los hombres. La Alianza nueva y eterna sellada en la Sangre de Cristo se hace eficazmente presente en cada altar. Dios se ha comprometido con el hombre irreversiblemente y el hombre ha estado a la altura de una propuesta tan desbordante. La Alianza se ha se­llado en la carne de Cristo, donde ha quedado anudado para siempre ese ad­mirable intercambio: Dios se ha he­cho hombre para que el hombre sea divinizado.

«Nadie come de esta carne sin antes adorarla (...), pecaríamos si no la ado­ráramos» (san Agustín). Al banquete y a la comida debe precederles y acom­pañarles la adoración, porque la Euca­ristía es Jesucristo vivo y glorioso, el que se entregó a la muerte por nosotros y ha resucitado venciendo a la muerte e inaugurando una nueva vida. Adorar (p-oskinesis) es rendirse de amor ante la divinidad oculta en esta hostia blanca. Adorar (ad-oris) es poner mi boca en su boca, y recibir el beso de su amor. Crece de día en día la adoración euca-rística entre los fieles. El que descu­bre que Dios está aquí, se siente atraí­do suavemente para adorarlo.

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resu­citaré en el último día». Se trata de un banquete de comunión. Jesucristo es el anfitrión y es el alimento, es el pastor y es el pasto. «Oveja perdida, ven, que hoy no sólo tu pastor soy, sino tu pasto también» (Góngora). Acoger esta presencia, este don, este alimento nos lleva a limpiar nuestro corazón de todo pecado, para dejar que entre en nosotros el fuego del amor de Cristo. No se puede comer esta car­ne gloriosa y volver a la antigua vida de pecado. No se puede comer esta car­ne sacrificada y permanecer insensi­ble ante tantas carencias humanas. La Eucaristía nos lleva a la unión con nuestros hermanos, saltando toda ba­rrera discriminatoria. Los más aleja­dos, los más perdidos, los que viven sin Dios -los pobres- son objeto de esta búsqueda por parte de Jesús. Él nos invita a todos a su mesa para que participemos de sus intereses, para que nos hagamos solidarios de todo hom­bre que necesita amor. «Oh, sagrado banquete, en que Cristo es nuestra co­mida, se celebra el memorial de su pa­sión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura. Amén».

+ Demetrio Fernández

obispo de Tarazona

Por su belleza y su fondo a continuación exponemos la homilía que S. S. Benedicto XVI pronunciódurante la Eucaristía que presidió el día del Corpus Christi:

Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi

En la misa celebrada ante la Basílica de San Juan de Letrán

ROMA, jueves, 22 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI en la tarde de este jueves, solemnidad del Corpus Christi, al presidir la celebración eucarística en la plaza de la Basílica de San Juan de Letrán.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Tras el tiempo fuerte del año litúrgico, que centrándose en la Pascua se extiende durante tres meses --primero los cuarenta días de la Cuaresma, después los cincuenta días del Tiempo Pascual--, la liturgia nos permite celebrar tres fiestas que tienen un carácter "sintético": la Santísima Trinidad, el Corpus Christi, y por último el Sagrado Corazón de Jesús.

¿Cuál es el significado de la solemnidad de hoy, del Cuerpo y la Sangre de Cristo? Nos los explica la misma celebración que estamos realizando, con el desarrollo de sus gestos fundamentales: ante todo, nos hemos reunido alrededor del Señor para estar juntos en su presencia; en segundo lugar, tendrá lugar la procesión, es decir, caminar con el Señor; por último, vendrá el arrodillarse ante el Señor, la adoración que comienza ya en la misa y acompaña toda la procesión, pero que culmina en el momento final de la bendición eucarística, cuando todos nos postraremos ante Aquél que se ha agachado hasta nosotros y ha dado la vida por nosotros.

Analicemos brevemente estas tres actitudes para que sean realmente expresión de nuestra fe y de nuestra vida.

Reunirse en la presencia del Señor

El primer acto es el de reunirse en la presencia del Señor. Es lo que antiguamente se llamaba "statio". Imaginemos por un momento que en toda Roma sólo existiera este altar, y que se invitara a todos los cristianos de la ciudad a reunirse aquí, para celebrar al Salvador, muerto y resucitado. Esto nos permite hacernos una idea de cuáles fueron los orígenes de la celebración eucarística, en Roma y en otras muchas ciudades, a las que llegaba el mensaje evangélico: en cada Iglesia particular había un solo obispo y, a su alrededor, alrededor de la Eucaristía celebrada por él, se constituía la comunidad, única, pues uno era el Cáliz bendecido y uno era el Pan partido, como hemos escuchado en las palabras del apóstol Pablo en la segunda lectura (Cf. 1 Corintios 10,16-17).

Pasa por la mente otra famosa expresión de Pablo: "ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3, 28). "¡Todos vosotros sois uno!". En estas palabras se percibe la verdad y la fuerza de la revolución cristiana, la revolución más profunda de la historia humana, que se experimenta precisamente alrededor de la Eucaristía: aquí se reúnen en la presencia del Señor personas de diferentes edades, sexo, condición social, ideas políticas. La Eucaristía no puede ser nunca un hecho privado, reservado a personas escogidas según afinidades o amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo. En esta tarde, no hemos decidido con quién queríamos reunirnos, hemos venido y nos encontramos unos junto a otros, reunidos por la fe y llamados a convertirnos en un único cuerpo, compartiendo el único Pan que es Cristo. Estamos unidos más allá de nuestras diferencias de nacionalidad, de profesión, de clase social, de ideas políticas: nos abrimos los unos a los otros para convertirnos en una sola cosa a partir de Él. Esta ha sido desde los inicios la característica del cristianismo, realizada visiblemente alrededor de la Eucaristía, y es necesario velar siempre para que las tentaciones del particularismo, aunque sea de buena fe, no vayan en el sentido opuesto. Por tanto, el Corpus Christi nos recuerda ante todo esto: ser cristianos quiere decir reunirse desde todas las partes para estar en la presencia del único Señor y ser uno en Él y con Él.

Caminar con el Señor

El segundo aspecto constitutivo es caminar con el Señor. Es la realidad manifestada por la procesión, que viviremos juntos tras la santa misa, como una prolongación natural de la misma, avanzando tras Aquél que es el Camino. Con el don de sí mismo en la Eucaristía, el Señor Jesús nos libera de nuestras "parálisis", nos vuelve a levantar y nos hace "pro-ceder", nos hace dar un paso adelante, y luego otro, y de este modo nos pone en camino, con la fuerza de este Pan de la vida. Como le sucedió al profeta Elías, que se había refugiado en el desierto por miedo de sus enemigos, y había decidido dejarse morir (Cf. 1 Reyes 19,1-4). Pero Dios le despertó y le puso a su lado una torta recién cocida: "Levántate y come -le dijo--, porque el camino es demasiado largo para ti" (1 Reyes 19, 5.7). La procesión del Corpus Christi nos enseña que la Eucaristía nos quiere liberar de todo abatimiento y desconsuelo, quiere volver a levantarnos para que podamos retomar el camino con la fuerza que Dios nos da a través de Jesucristo. Es la experiencia del pueblo de Israel en el éxodo de Egipto, la larga peregrinación a través del desierto, de la que nos ha hablado la primera lectura. Una experiencia que para Israel es constitutiva, pero que para toda la humanidad resulta ejemplar. De hecho, la expresión "no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor" (Deuteronomio 8,3) es una afirmación universal, que se refiere a cada hombre en cuanto hombre. Cada uno puede encontrar su propio camino, si encuentra a Aquél que es Palabra y Pan de vida y se deja guiar por su amigable presencia. Sin el Dios-con-nosotros, el Dios cercano, ¿cómo podemos afrontar la peregrinación de la existencia, ya sea individualmente ya sea como sociedad y familia de los pueblos?

La Eucaristía es el sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que se pone a nuestro lado y nos indica la dirección. De hecho, ¡no es suficiente avanzar, es necesario ver hacia dónde se va! No basta el "progreso", sino no hay criterios de referencia. Es más, se sale del camino, se corre el riesgo de caer en un precipicio, o de alejarse de la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos: se ha hecho él mismo "camino" y ha venido a caminar junto a nosotros para que nuestra libertad tenga el criterio para discernir el camino justo y recorrerlo.

Arrodillarse en adoración ante el Señor

Al llegar a este momento no es posible de dejar de pensar en el inicio del "decálogo", los diez mandamientos, en donde está escrito: "Yo, el Señor, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí" (Éxodo 20, 2-3). Encontramos aquí el tercer elemento constitutivo del Corpus Christi: arrodillarse en adoración ante el Señor. Adorar al Dios de Jesucristo, que se hizo pan partido por amor, es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Nosotros, los cristianos, sólo nos arrodillamos ante el santísimo Sacramento, porque en él sabemos y creemos que está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su unigénito Hijo (Cf. Juan 3, 16).

Nos postramos ante un Dios que se ha abajado en primer lugar hacia el hombre, como el Buen Samaritano, para socorrerle y volverle a dar la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, quien da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la más pequeña criatura, a toda la historia humana y a la más breve existencia. La adoración es oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística, en la que el alma sigue alimentándose: se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Aquél ante el que nos postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma.

Por este motivo, reunirnos, caminar, adorar, nos llena de alegría. Al hacer nuestra la actitud de adoración de María, a quien recordamos particularmente en este mes de mayo, rezamos por nosotros y por todos; rezamos por cada persona que vive en esta ciudad para que pueda conocerte e ti, Padre, y a Aquél que tú has enviado, Jesucristo. Y de este modo tener la vida en abundancia. Amén.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


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