Artículo de Luis Restán en Alfa y Omega sobre su obra "Diario de un Pontificado":
Diario de un pontificado: José Luis Restán desgrana los hitos del papado de Benedicto XVI: Testigo de la Verdad
Tres años del Papa de las luces han dejado momentos de gran valor para la vida –y la historia– de la Iglesia. El periodista José Luis Restán repasa, en Diario de un pontificado (Ediciones Encuentro), los momentos claves del papado de Benedicto XVI. Como señala en el prólogo monseñor Jesús Sanz, obispo de Huesca y de Jaca, «no es un libro compuesto desde un esquema redaccional neutro y teórico, sino desde el ardor de asomarse a la cotidiana realidad, viendo cómo por ella transita el Sucesor de Pedro en este apasionante y convulso inicio del tercer milenio cristiano»
Los primeros recelos: 4-5-2005
La inmensa mayoría del pueblo de Dios (ese que algunos invocan cada día y del que se autoproclaman portavoces aunque estén tan alejados de su sentido de fe) ha recibido al nuevo Papa con alegría sincera y sin reservas: saben que ha sido un hombre clave durante el pontificado de Juan Pablo II el Grande; intuyen que su trabajo sacrificado ha defendido precisamente la fe de los sencillos, y descubren que las críticas vienen siempre del mismo frente (el mismo que les acosa culturalmente a ellos cada día) y se parecen sospechosamente a las que repitieron hasta la saciedad contra el Papa Wojtyla.
Apuntes de Colonia: 7-9-2005
Las dudas, para quien las tuviere, se han disipado. Benedicto XVI sabe y puede mantener un diálogo con (…) los jóvenes. Sin concesiones a la galería, sin ademanes forzados, sin intentar parecerse a quien era distinto, el Papa Ratzinger ha guiado a la multitud con la única sabiduría que no fracasa, la que se nutre en el Evangelio y crece en el surco milenario de la Iglesia.
Benedicto XVI, en Valencia: 12-7-2006
Llama la atención que el Papa apenas haya perdido tiempo en las recriminaciones, y eso que había abundante materia. (…) Benedicto XVI ha preferido desplegar el Evangelio de la familia como un itinerario de plena humanización, que contempla al hombre desde su entrada en el mundo y hasta su muerte, acompañándolo en la aventura de la vida, permitiéndole una creciente introducción en su significado y orientándola hacia su pleno cumplimiento. Me pregunto si cualquier pensador laico que escuchase sin prejuicios este anuncio no sentiría nostalgia de una propuesta tan correspondiente con el corazón de cada persona. (…) Como recordó el Papa, y deberíamos grabar con letras de oro, «la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad».
El diálogo con el Islam: 27-9-2006
Benedicto XVI ha dejado claro que el diálogo debe basarse en el respeto de la identidad y la libertad de cada uno, y eso implica que, para avanzar, se deben poder plantear con sinceridad las cuestiones espinosas, sin que suponga la erupción de un volcán que amenaza con hacer saltar todo por los aires.
César no es todo: 9-3-2007
Como ha repetido en numerosas ocasiones Benedicto XVI, la Iglesia no es ni quiere ser un agente político, pero sí tiene la misión de ser testigo de la Verdad, también frente a las legítimas autoridades del Estado. Ésta no es sólo una reivindicación de la libertad de la Iglesia, sino una oportunidad para un Estado verdaderamente laico, que debe reconocer un fundamento antropológico y moral previo a sus normas y procedimientos. Lo que tenía pleno sentido frente a la pretensión del César, cobra nueva relevancia en el debate actual sobre los límites del poder estatal y sobre el lugar de las comunidades religiosas en una sociedad democrática.
Un viaje trascendental a los Estados Unidos: 23-4-2008
No podemos olvidar la estampa del Papa arrodillado en el centro del Ground Zero de Nueva York, «escenario de violencia y dolor increíbles». Un Papa que reza y que acoge a las víctimas; que no da recetas para este misterio escandaloso, pero que tiene la audacia de proclamar que es posible la esperanza, porque creemos en el Dios que tiene un rostro humano, Aquel que en Cristo ha probado la muerte y la ha vencido para siempre. (...) Hacía trece años de la última visita de Juan Pablo II, años duros y amargos para la comunidad católica estadounidense. Ahora un viento cálido, exigente y amable, curativo y ardiente, ha vuelto a hinchar las velas de esta nave: «Duc in altum», les ha repetido Pedro. Es hora de navegar.
José Luis Restán
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