lunes, 7 de septiembre de 2009

Embajador de Cristo 003



Traemos hoy las páginas 44 y 45 de la Historia de Cristo,
de Giovanni Papini:

Página 44 GIOVANNI PAPINI


y le miraban con amor, y con amor le ofrecían aquellas pobres riquezas. Sabían que aquel Niño nacido de Pobres en la Pobreza, nacido Sencillo en la Sencillez, nacido de Aldeanos en medio del Pueblo, había de ser el rescatador de los Humildes, de aquellos hombres de "buena voluntad" sobre los cuales el Angel había invocado la paz.

También el Rey Desconocido, el vagabundo Odiseo, de nadie fué acogido con tanta alegría como del pas­tor Eumeo en su Establo. Pero Ulises iba hacía Ita­ca para tomar venganza; volvía a su casa para matar a sus enemigos. Jesús, por el contrario, venía a conde­nar la venganza, a enseñar el Perdón de los enemigos. Y el amor de los Pastores de Belén ha hecho olvidar la hospitalaria piedad del porquerizo de Itaca.


LOS TRES MAGOS


Algunos días después, tres Magos llegaban de Cal­dea y se arrodillaban ante Jesús.

Venían tal vez de Ecbatana, tal vez de las orillas del mar Caspio. A caballo en sus camellos, con sus henchidas alforjas colgadas de las sillas, habían va­deado el Tigris y el Éufrates, atravesado el gran de­sierto de los Nómadas, bordeado el mar Muerto. Una estrella nueva -semejante al cometa que aparece de cuando en cuando en el cielo para anunciar el nacímiento de un Profeta o la muerte de un César- los había guiado hacia Judea. Habían ido a adorar a un Rey y se encontraban con un Infante mal fajado, escondido en un establo.


HISTORIA DE CRISTO Página 45


Casi mil años antes que ellos, una Reina de Oriente había ido en peregrinación a Judea llevando también sus dones: oro, aromas y gemas preciosas. Pero había encontrado a un gran Rey en el trono, al rey más grande de cuantos jamás han reinado en Jerusalén, y de él había aprendido lo que nadie le había sabido enseñar.

Los Magos, por el contrario, que se creían más sa­bios que los Reyes,- habían encontrado a un niño na­cido hacía pocos días, un niño que desdeñaría, cuando fuese mayor, los tesoros de la Materia y la ciencia de la Materia.

Los Magos no eran Reyes; pero eran, en Media y Persia, señores de los reyes. Los reyes mandaban a los pueblos, pero los magos guiaban a los reyes. Sa­crificadores, intérpretes de los sueños y ministros, ellos solos decían comunicar con Ahura Mazdá; ellos solos pretendían conocer el futuro y el destino. Mataban con sus propias manos a los animales enemigos del hombre y de las mieses: las serpientes, los insectos nocivos, las aves nefastas. Purificaban a los hombres y los campos; ningún sacrificio era tenido por agrada­ble a Dios si no era ofrecido por sus manos; ningún rey hubiera movido guerra sin haberlos escuchado. Se preciaban de poseer los secretos de la tierra y los del cielo; sobresalían entre toda su gente en nombre de la Ciencia y de la Religión. En medio de un pueblo que vivía para la Materia, representaban el papel del Espíritu.

Era justo, por tanto, que fuesen a inclinarse ante Jesús. Después de las Bestias, que son la Naturaleza; después de los Pastores, que son el pueblo, esta tercera potencia –el Saber- se arrodilla ante el pesebre de Belén. La vieja casta sacerdotal


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