Traemos las páginas 66 y 67 de la Historia de Cristo, de
Giovanni Papini
Página 66 GIOVANNI PAPINI
visto el relámpago que rasga el Oriente y fustiga hasta Occidente la negrura del aire.
Pero Jesús no ha leído únicamente en la clara y coloreada escritura del mundo. Sabe que Dios ha ha- blado a los hombres por medio de los Angeles, de los Patriarcas y de los Profetas. Sus palabras, sus leyes, sus victorias están escritas en el Libro. Jesús conoce los maravillosos caracteres con los cuales los muertos transmiten a los no nacidos los pensamientos y las memorias de los tiempos antiguos. No ha leído más que los libros en que sus ascendientes han escrito la historia de su Pueblo, pero los conoce en la letra y en el espíritu mejor que los doctores y los Escribas, y le darán derecho a trocarse de escolar en maestro.
LA ANTIGUA ALIANZA
El Hebreo fué entre los pueblos el más feliz y el más infeliz. Su historia es un Misterio que empieza con el idilio del Jardín de las Delicias y acaba en la tragedia de lo alto del Calvario.
Sus primeros padres fueron amasados por las manos luminosas de Dios y hechos dueños del Paraíso —país de fértil y perpetuo Estío entre Ríos apacibles—, donde pendían los frutos del rico Oriente, de pulpa carnosa, a la sombra de las hojas nuevas, al alcance de la mano. El Cielo, fresco por la reciente hechura, iluminado hacía pocos días, no manchado aún por las nubes, no herido aún por los rayos ni consumido por los ocasos, velaba sobre ellos con todas sus estrellas,
HISTORIA DE CRISTO. Página 67
Los dos debían amar a Dios y amarse: éste fué el Primer Pacto. Ni fatiga, ni dolor; ignorada la muerte y su miedo.
La primera desobediencia trajo un primer castigo: el Destierro. El Varón fué condenado al trabajo; la Mujer al parto. El trabajo es penoso, pero da el premio de las cosechas; el parto es penoso, pero da el consuelo de los hijos. Con todo, también estas felicidades inferiores e imperfectas pasaron rápidas, como hojas devoradas por las orugas.
El Hermano mató por primera vez a su Hermano; la sangre humana vertida sobre la tierra se corrompió y (exhaló olor de pecado. Los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres, y nacieron los Gigantes, cazadores feroces, violentos y homicidas, que hicieron del mundo un Infierno sangriento (1).
Entonces Dios mandó el Segundo Castigo: para purificar la tierra, en un inmenso Bautismo ahogó, en las aguas del Diluvio, a todos los hombres con sus delitos. Uno solo, por ser justo, se salvó, y. con él hizo Dios el Segundo Pacto.
Comenzaron con Noé los antiguos tiempos felices de los Patriarcas, pastores errantes, jefes centenarios, que vagaban entre Caldea y Egipto en busca de pastos, de pozos y de paz. No tenían patria estable, ni casa, ni ciudades. Llevábanse con
(1) Nos hemos permitido modificar el texto del autor, que dice: "Las hijas de los hombres se unieron con los demonios", pues se trata de una evidente equivocación. Lo que el Génesis dice (6, 1-2) es que los hijos de Dios (los descendientes de Seth) se unieron con las hijas de los hombres (descendientes de Caín). Tampoco afirma claramente el texto hebreo que de aquellos matrimonios naciesen los gigantes; según muchos intérpretes, el autor sólo consigna el hecho de la existencia de los gigantes, sin explicar la causa.—(N. de los E.)
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