Hoy bajamos las páginas 056 y 057 de la Historia de Cristo
de Giovanni Papini
Página 56 GIOVANNI PAPINI
Al cabo, al tercer día, subió al Templo, espió en los patios y vió, por fin, en la sombra de un pórtico, un grupo de viejos que hablaban. Se acercó, temerosa —que parecía, siendo como eran gentes de tanta importancia, con aquellos largos mantos y barbas largas, que no habían de prestar atención a la mujeruca de Galilea—, y descubrió, en medio del corro, los cabellos rizados, los ojos resplandecientes, el rostro moreno, la fresca boca de su Jesús. Aquellos viejos hablaban con su hijo de la Ley y de los Profetas; le interrogaban y él respondía, y después de haber respondido, preguntaba a su vez a aquellos que le enseñaban, maravillados de que un muchacho, a su edad, conociese tan bien las palabras del Señor.
María se quedó unos momentos contemplándole y casi no creía en sus ojos; su corazón, que un momento antes latía con ansiedad, latía ahora fuertemente también por el estupor. Pero no pudo resistir más y, de improviso, le llamó por su nombre a grandes voces: los viejos se apartaron y la mujer estrechó a su hijo contra su pecho y le abrazó sin decir palabra, mojándole el rostro con las lágrimas, a duras penas contenidas hasta entonces.
Lo cogió, llevóselo fuera, y una vez segura de tenerlo. consigo, de haberlo recobrado, de no haberlo perdido, la madre feliz se acuerda de la madre desconsolada:
—¿Por qué nos has hecho eso? Mira que tu padre y yo, doloridos, andábamos en busca tuya.
—¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?
Graves palabras, especialmente, cuando las dice
HISTORIA DE CRISTO Página 57
un niño de doce años a su madre, que ha padecido tres días por él.
"Y ellos—prosigue el Evangelista—no comprendieron lo que les, había dicho." Pero nosotros, después de tantos siglos de experiencia cristiana, podemos comprender aquellas palabras, que parecen, a primera vista, duras y orgullosas.
¿Por qué me buscáis? ¿Acaso no sabéis que yo no puedo perderme, que a mí no me perderá nunca nadie, ni siquiera los que me entierran? Yo estaré siempre donde haya alguien que crea en mí, aunque no me vea con los ojos; no puede perderme ningún hombre, con tal de que me tenga en su corazón. No estaré perdido cuando me halle solo en el desierto, cuando esté solo sobre las aguas del Lago, cuando esté solo en el Huerto de los Olivos, cuando esté solo en el Sepulcro. Si me escondo, vuelvo; si muero, resucito.
¿Y quién es ese padre de quien me habláis? Es el padre según la ley, según los hombres. Pero mi verdadero Padre está en los cielos; es el Padre que ha hablado a los Patriarcas cara a cara, que ha puesto las palabras en boca de los profetas. Yo conozco lo que les ha dicho de mí, sus voluntades eternas, las leyes que ha impuesto a su pueblo, los pactos que ha establecido con todos. Si debo hacer lo que ha mandado debo ocuparme de lo que es verdaderamente suyo. ¿Qué es un vínculo legal, humano, temporal, frente a un lazo místico, un lazo espiritual, un lazo eterno?
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